Sello del pasado
Trazado por el destino
turbio como un pasajero
que no sabe donde hallarse
Diluido cual corona de flores
en un estanque de sangre
Remedios encuentra dormido
en los corazones frágiles
trazado por el destino
olvidando lo olvidable.
Duele más
que las contracciones de parto haberte perdido.
Yacer en aceite hirviendo
bailando con abejas cubierto de miel,
alados desafíos del fuego
estocadas en los pulmones una y otra vez.
Perpetuada claridad que se asoma a las caricias,
Destrozando trozos del destello del ayer,
Arrancarse las pupilas, correr en hielo,
Deshacerse y quebrarse con el gélido conocer.
Retumbar los desalojos del temor sombrío
espolvorear cristales y sonrisas fallecer.
Jugar a esconderse desnudos entre erizos,
volverse cenizas en la boca de un pez .
Dolores sangrientos bañados en sal,
Heridas sin sellar, infinito desvanecer,
No pueden fraguar su culpa,
despojo terrible del súbito tejer
las perpetuas emociones que fluyen sin vida
oliendo tu cuerpo en el aire otra vez.
Respiro y se gira en aliento,
desvencijados aullidos de ahogo,
testamento grabado en los orificios de mi piel
Con sellos de fuego hundidos,
quemando los huesos
desterrando desvelos
prensado de los besos contra el frío amanecer,
Vacio sin tu presencia, sepulcro obligado en el que debo
perecer.
Un segundo de humo desvanecido penetrante, perpetuador,
eterno,
un segundo de humo aspirado, que brota en las pupilas que
percibo sin querer.
Reminiscente llanto
acongojado en rompedores oleajes de espinas afiladas por mi
tez.
Sospesando capítulos de espadas fugaces,
gritando, partiendo los tímpanos,
llevándose las luces rojizas de un bombardeo de honradez,
sentimiento rojizo de latidos locos y furiosos
convierte mis manos en obscuridad de hiel.
Me hallo en un laberinto al instante,
cierro fuerte los sentidos para no salir por el huracán que desboque mi sed.
Convirtiéndome en puzle con piezas desaparecidas
sudo tinta negra que me tiñe la piel.
A veces bebo un poco de luz
intoxicada de tierra fumigada por olores sedados,
en templados e inmóviles latidos fraguando un fugaz envejecer.
Brisa que aprieta el hastío labio,
inclinado en la sabia clemencia de un estúpido perdón
retumbando perdido, y aplastando al cerebro con dejadez.
Corto el hilo y caigo al vacio eterno
mirando mis pies como ridículas figuras que bailan en el aire al son del no tener.
Ahora sé que estoy cayendo lentamente,
desde el día que despegaste tus glándulas de mis zapatos, y mi mente ya no te
sabia conocer.
Ahora miro el laberinto y las espirales me vencen y me despiden para siempre,
ahora sé que debo morir sí no te fundo en mi ser.
Evocaciones
Saborear
los instantes que se anhelan perdidos,
aturdir
los secretos que resucitan altivos,
desmentir
las palabras que señalan los gemidos,
sollozar
nuestros nombres sin saber al olvido,
alumbrar
las caricias, descubrir los suspiros.
En mi
profundo ser te hayas escondido,
pero la veracidad me destierra de tu abrigo.
Lo
bello de lo efímero
Al palpar
una sonrisa,
de
ligereza abrumadora,
penetrando
dulce sonora,
exalta mis
sensaciones,
acompaña
la ternura,
desvanece
las ideas,
apaga
penas banales,
solloza
labios marchitos,
desnuda
relatos salados,
que
acongojan mis silencios.
LOS PIPOS
Una palabra te hace zozobrar hacia una
isla u otra, una mirada te hace reconocer sentimientos.
Miles
de personas disfrazadas de hipocresía, comiéndose la honestidad, moviéndose
mecanizadas por algún tipo de hilo oculto imposible de romper En medio de
aquella bruma, existen fueguecitos perdidos que buscan regocijarse en los
brazos de esas miles de personas, cuyos ojos
de cristal no sirven para mirar,
y no pueden verlos, ni el viento que fluye desnudo en lo alto de las espinas del
mundo. Las personas drogadas de consumo,
de deseos banales, de orgasmos plateados, se reducen a varios estímulos que les
hacen muecas en el rostro, y llueven hojas aleteadas en sus cerebros
esponjosos. A veces son poseídos por los objetos, desmenuzados, andrógenos. Existen
esas personas poseídas por sus objetos y no pueden emitir sonidos, los objetos son los que funcionan por ellos. Y
las palabras…pobres palabras, cuando salen de sus bocas se apagan y no suenan,
y están muriendo de pena, morirán solas las palabras.
Aun
quedan latidos descuidados en las camisas de las personas, ¿y sí se pierden
también los latidos? Algunas personas tratan con otras de los derechos
constitucionales del amor, llegan a acuerdos estúpidos y cierran negocios
tras fruncir el ceño.
Pero
en lo profundo del opaco socavón aun quedan unas chispas luminiscentes que se
hacen llamar “Pipos”. Los Pipos son pequeños vocerillos de la magia con brotes
de savia, que sobrevuelan a las personas en búsqueda de los fueguecitos
perdidos. Cuando encuentran un fueguecito refieren un hechizo y los hacen
abrazar a las personas que se someten a la magia, la única magia que les hace
poseer miradas en sus ojos y palabras con sonido.
Los
Pipos mantienen el aire puro y facilitan las sonrisas de las personas. Rompen
los derechos constitucionales, y redimen lágrimas orgullosas. Cuando las miles
de personas estallan en extenuación, los Pipos vuelcan un poquito de sus brotes
de savia en el saltimbanqui cinético de sus órganos vitales, y las miles de
personas renacen en plenitud.
Son realmente mágicos los Pipos,
sólo la magia que poseen puede hacer que las miles de personas rebroten
fantasías infantiles, humildades blanquecinas, pasiones exentas de maldad.
Aun
así, son muchas miles de personas para cientos de Pipos, y sólo cientos de
Pipos para miles de personas. Por desgracia la magia no desborda todos los
saltimbanquis, ni rompe todos los derechos constitucionales, ni descubre la
hipocresía y mata el orgullo banal.
Los
Pipos hacen lo que pueden, las miles de personas no hacen nada.
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